Los que hayáis leído ya la primera y la segunda parte de esta serie de post sobre San Francisco estaréis pensando ¿y ésta no piensa ir a ver el Golden Gate o qué? Pues aquí está, posiblemente el puente más famoso del mundo.
Aún siendo uno de los puentes más veces repetidos en fotografías, televisión, etc., y aunque se pueda tener la tentación de pensar que es una de esas cosas que no hace falta ir a ver porque lo has visto tantas veces que no puede sorprenderte, el Golden Gate es impresionante y precioso.
Me acordé mucho de mi hermana y de cuando veíamos juntas la serie “Padres forzosos”. Ella, que es la pequeña, siempre se emocionaba cada vez que salía el puente “El puente Lola, qué te lo pierdes” Y yo: “Qué sí, que ya lo veo” (Ella, como siempre, tan entusiasta). Pero no debemos ser las únicas que crecimos con la serie porque cuando le hablé a mi ex-compañera de piso sobre San Francisco, lo primero que dijo fue: “Full House, eh?” (si conocéis a los canadienses ya sabéis a que me refiero con “eh?”).

Anécdotas familiares aparte, las mejores vistas del Golden Gate se pueden apreciar desde el camino que parte desde los pies del puente y recorre la costa hasta el inicio de Marina Boulevard. Es un buen momento para alejarse de las bulliciosas calles, adentrarse en la naturaleza, y encontrarse con los locales que salen a pasear en bici, a correr o pescar en el muelle. Al final de la ruta, tras atravesar la playa, si te desvías hacia la derecha en el cruce de Mason Street con Yacht Street, te encontrarás con el Palace of Fine Arts. El conjunto arquitectónico apenas tiene 200 años de antigüedad, pero fue construido al estilo clásico griego, una extraña mezcla entre antigüedad y modernidad a la que no termino de coger el punto pero que parece que se puso muy de moda por aquí a comienzos del siglo XX.
Puedes pasar el resto del día paseando por las calles Chesnut y Fillmore, con infinidad de cafeterías, bares con encanto, terrazas, ambiente modernillo y miles de excusas para que vacíes tus bolsillos. Pero si lo prefieres, también puedes acercarte hasta el Golden Gate Park o asomarte a Lincoln Park. Eso sí, no hay tiempo para todo, así que hay que organizarse bien, dejar alguna cosa para el próximo día (o incluso para el próximo viaje) y no dejarse vencer por el cansancio.
Y es que San Francisco es una ciudad agotadora. Lo que en el mapa parece un trayecto sencillo, se convierte en una buena caminata. El 2D engaña y una línea recta en el plano puede llevar implícita una inclinación más que considerable. Si quieres sacar el máximo partido de tu visita a San Francisco pero eres de los que viaja bajo la premisa “antes muert@ que sencillo@” o de las que no se bajan nunca de los tacones de sus tip-toes, más te vale tener dinero para alquilar uno de éstos, porque de lo contrario San Francisco podrá contigo y con tu glamour. ¡Así que cálzate unas zapatillas y disfruta!
Nota: Todas las fotos son de @drobles